Incluso/a

Atendiendo a la segunda acepción de la RAE para el término incluso/a, hoy quiero referirme a todos aquellos que estamos dentro de la sociedad y, especialmente a quienes no siempre lo estuvieron o que, a día de hoy, para algunas personas, siguen sin estarlo. La reflexión que expresaré a continuación viene motivada por el concierto en el que tuve la enorme suerte y el gran honor de participar el pasado domingo 28 de abril (de 2024) en la sala de cámara del Auditorio Nacional de Música de Madrid, como integrante de la Orquesta Carlos III (conocida entre nosotros como OCIII).

Por si queréis ampliar información, os dejo un par de enlaces a la web de la entidad organizadora, que con este concierto conmemoraba su 60º aniversario:

Lo que quizá no viste del concierto

En los enlaces anteriores podéis conocer algo más sobre el acontecimiento, así como ver fotos, algún vídeo y entender un poco mejor cómo se organizó, el motivo del mismo, así como las personas participantes, y a su vez homenajeadas, que eran los verdaderos protagonistas de una gala que hizo vibrar al público y, sobre todo, despertar un torrente de emociones a todos los que pudimos disfrutar, también desde dentro, de un evento al que debería ser obligatorio acudir a toda la sociedad.

Precisamente me gustaría recalcar esas tremendas emociones sentidas y el porqué de las mismas. Al preguntarme algunas personas sobre cómo había ido el concierto, me salía una expresión del tipo "me atrevería a decir que ha sido, si no el más, uno de los conciertos más emocionantes de mi vida". Lo habría sido en cualquier caso, ya que el repertorio escogido para la ocasión, si bien increíblemente variado -desde Charpentier o Beethoven hasta un rap de plena actualidad-, hacía viajar por la música hasta sus extremos más alejados. Además, se leyeron textos de gran belleza, llenos de compromiso social y concienciación, y se pudo observar y disfrutar de manifestaciones artísticas diversas -pintura, danza, expresión corporal, etc.- de una calidad altísima.

Toda la belleza artística manifestada anteriormente nos hizo disfrutar enormemente. Más aún, cuando al salir del concierto, el público asistente nos felicitó a todas y todos los participantes con efusividad, poniendo en valor la profesionalidad del trabajo realizado y la emotividad transmitida durante el mismo. Expresiones del tipo "ha sido increíble ver vuestras caras, el tremendo respeto y el compromiso mostrado, tanto durante los ensayos, como en el concierto". Este tipo de reconocimientos te reconcilian con la profesión y con la especie humana.

Y he querido dejar para el final lo que me parece más relevante; la orquesta estaba compuesta por una diversidad de músicos en los que confluyen algunas características que van más allá de lo meramente profesional y musical, lo cual contribuyó a generar esta atmósfera tan especial. Pero lo realmente relevante es que los solistas a los que tuvimos el inmenso placer de acompañar eran personas realmente brillantes. Quizás alguien quiera pecar de poner etiquetas, pero le puedo asegurar que después de compartir escenario con ellas y ellos, no sólo esas etiquetas caen fulminadas, si no que descubres que detrás de esos intérpretes hay una capacidad inmensa para transmitir arte a un nivel inimaginable para la mayoría de los mortales.

Por eso, deseo que la entidad organizadora (Plena inclusión), cuyo aniversario se celebraba, cumpla muchos años más, pero que su labor sea mucho más sencilla y llegue un momento en el que apenas sea necesaria. Todo esto se conseguirá cuando la sociedad sea capaz de reconocer los valores de todas y cada una de las personas que formamos parte de ella. Sólo consiste en encontrar aquello para lo que somos más válidos y válidas, hacerlo con pasión y permitir a nuestros conciudadanos disfrutar de esa pasión y esas ganas de entregar lo mejor de cada uno. Sólo una sociedad que acepta a todos y cada uno de sus miembros, los integra e incluso aprovecha todas sus capacidades, será una sociedad realmente avanzada.

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