Mainstream

 En una ocasión hablaba con unos amigos sobre el término que titula esta entrada y su antónimo. Curioso que se haga eso tratándose de un anglicismo. Al final coincidíamos en que Hipster era la palabra que nombraba a lo contrario. En aquella época todo lo que iba en contra de lo establecido era llevar una barbas tremendas, si a la estética masculina nos referimos. Hoy en día la tortilla se ha dado la vuelta y lo Mainstream viene a ser llevar una cantidad de bello facial considerable, eso sí, muy bien cuidada, y de ahí la proliferación y/o recuperación de las antiguas barberías, ahora llevadas a la modernidad recuperando estéticas retro, pero con WiFi y otros adelantos de la época actual.

Lo que no deja de ser curioso es cómo de manera cíclica se repiten patrones y se vuelve a estéticas otrora denostados por ser demodé y que ahora son restauradas para mantener viva la necesidad de mantenerse en la corriente de "tendencias principales" -de ahí viene el término mainstream-. Algo similar ocurre en la industria del automóvil, donde se están rescatando modelos de hace 30 o 40 años, esta vez electrificados. Pero no quiero centrar el tema en cuestiones relacionadas con la estética, si no más bien en las conductas o formas de vivir de las personas.

Observando algunas tendencias, manteniendo conversaciones con personas de diferentes ámbitos y viendo lo que ocurre tanto en conciertos y otras expresiones culturales a las que asisto o en las que tengo la suerte de participar, me doy cuenta de que todo aquello que no está de moda apenas consigue público. Seguramente las razones son tan diversas que sería una temeridad plantear una tesis reduccionista que se limite a encontrar dos o tres puntos que expliquen lo que está ocurriendo, pero me voy a atrever a plantear algunos de los puntos de vista que emanan de mis reflexiones al respecto.

Por un lado, tanto las redes sociales como los medios de comunicación, en su obsesión por el clickbait, parece que no tienen ni un sólo hueco para manifestaciones artísticas que no den una cantidad incontable de visitas a su página. Resulta francamente difícil encontrar noticias o artículos en grandes medios que no hagan referencia constante a 3 o 4 artistas de gran renombre que, a menudo, son productos de marketing muy bien estudiados. Ésto garantiza pingües beneficios a diferentes actores de esta cadena de valor y por ello se "engorda a la vaca" hasta que revienta (una vez hecho esto y desgastado el icono, se busca otro y punto).

Pero tampoco hay que dejar de pensar en la conducta individual de cada una/o. Si tú cuelgas en tus redes sociales que has ido a un concierto de alguien que, por bueno que sea, no sale en las grandes tendencias, la cantidad de Me Gusta que obtendrás, será pequeña y tu autoestima se verá resentida. Por eso, tiendes a ir a grandes eventos de esos artistas Mainstream que van a garantizar la envidia de todos tus followers. Y claro, cómo vas a perder tu valioso tiempo en ver a alguien que nadie conoce. Por no hablar del FOMO (fear of missing out) que produce no estar en el sitio al que "va a ir todo el mundo".

El otro día veía cómo algunas personas, algunas de ellas programadoras y/o propietarios de salas que han visto cancelados conciertos estupendos por falta de público, compartían un post de Iñaki López (presentador de La Sexta Noche), en el que hacía mención a que estaba muy bien acudir al concierto de los Rolling Stones (cuya calidad, desde luego, no voy a poner en duda), por su puesto pagando dinerales por las entradas, cuando hay montones de salas pequeñas programando conciertos de grupos que están haciendo trabajos increíbles y que se ven haciendo encajes de bolillos para cuadrar las cuentas. 

Además de esto, no paro de pensar en que en la época de los 80, 90 y principios de los 2000, había "diferentes tribus". La gente nos dividíamos en los Grunges, los "bacaletas", los que eran más de la cultura Pop, incluso los Heavy, etcétera, etcétera. Por supuesto, sobra decir que se podía estar en una de esas tribus y ser un amante de lo sinfónico, camerístico, operístico o incluso la zarzuela (por no recurrir al mal usado término "clásico"). Hoy en día parece que es casi obligatorio pertenecer a una masa uniforme en la cual todo el mundo habla de lo mismo y escucha el mismo tipo de música y a los mismos músicos y/o cantantes (quizás el término músico les queda demasiado grande a muchos).

Gran parte del problema proviene de la educación, desde luego, ya que por el miedo a caer en lo políticamente incorrecto, no nos salimos de esos términos que la agenda setting impone. Pero estamos ante un enorme riesgo de acabar con todo. La vida cultural necesita de su particular biodiversidad para sobrevivir y, sólo saliendo de la platónica cueva en la que nos quieren meter -y nos dejamos meter- podemos preservar esa variedad de manifestaciones que harán más rica nuestra existencia como especie. Una vez más, no hagamos de la cultura, como de otros ámbitos de la sociedad -incluida la política-, una Idiocracia (aprovecho para recomendar esta película) que nos aboque a la uniformidad, la cual terminará con nosotros como especie.

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