De lo mecánico y lo virtual

Ayer empezaba a leer el libro, recientemente presentado, escrito por mi querido amigo Miguel Álvarez-Fernández, titulado "La radio ante el micrófono" y, uniendo otras reflexiones que me persiguen desde hace un tiempo, se me venía a la cabeza todo lo que escribiré a continuación. Él habla en el inicio sobre las tres membranas implicadas en el proceso -la del micrófono, la del altavoz y la del propio tímpano- que hacen que la información fluya entre el emisor y el receptor, en este caso, viajando a través de las ondas a decenas, cientos o miles de kilómetros. Esas tres membranas suponen elementos mecánicos imprescindibles para que todo el proceso funcione de manera correcta.

Al hablar de elementos mecánicos -que en lenguaje informático podríamos denominar como hardware- quiero distinguirlos claramente de los otros que hoy forman parte casi inseparable de cualquier acción y que son los que están más relacionados con la parte intangible -en este caso software-. Hago esta distinción para profundizar en las reflexiones de las que antes hablaba. 

En el momento actual vivimos de manera que parece que los más importante es lo que está tras las pantallas, ya sean programas informáticos, aplicaciones móviles (esencialmente son lo mismo), incluso redes sociales, criptomonedas, blockchain, etc., y a menudo olvidamos que la parte física, tangible y mecánica, es la que hace posible que todo esto funcione. 

A menudo damos excesiva importancia a elementos que, si bien hoy en día no pueden faltar en ningún aparato y son lo que da vida a casi todo lo que nos rodea, se nos olvida que, por poner un ejemplo, un coche puede estar dotado de las últimas tecnologías en infoentretenimiento a bordo, posicionamiento GPS o incluso conducción autónoma, pero seguirá necesitando estar dotado de rodamientos, transmisiones, diferenciales, dirección y una larga lista de elementos mecánicos que, como suelen ser los que menos problemas producen, nos olvidamos de ellos. Qué decir de un ordenador, tablet o teléfono móvil, donde muchos de los problemas se arreglan con actualizaciones de software, pero pocas veces pensamos que pueden estar fallando elementos físicos, entre otras cosas porque, ante una avería de este tipo, reemplazamos el dispositivo entero y solucionado (con todos los problemas que ello conlleva).

Creo que vamos perdiendo la habilidad y el interés en lo físico sin darnos cuenta que sin ello, lo virtual es imposible. Son ya varias las series en las que se habla del trashumanismo y sobre cómo inmortalizarse transfiriendo nuestra mente -y nuestro ser- a una conciencia virtual. Imaginemos por un momento que todo el mundo lo hiciera ¿Quién iba a mantener los servidores que albergarían nuestras "almas" y las mantendrían "vivas"? Y, suponiendo que esto se pudiera mantener con un número reducido de personas que mantuviesen su cuerpo presente ¿Esas personas no tendrían que alimentarse y cubrir otra serie de necesidades? ¿Quién se encargaría de cultivar los alimentos para esos informáticos -tanto de hardware como de sofware-, si todo el mundo está pensando en pasarse a los virtual? ¿Quién les cuidaría cuando cayesen enfermos?

A todo lo anterior me gustaría añadir una reflexión sobre algunas vocaciones nacidas recientemente, sean estas ser youtuber, tiktoker o minador de criptomonedas. Parecen mundos idílicos donde, simplemente viviendo la vida, puedes hacer verdaderas fortunas, mientras las personas "poco inteligentes" se dedican a estudiar carreras que te proporcionarán muchísimos menos ingresos, sean estas la medicina o enfermería, el magisterio o la ingeniería agrónoma (casi imprescindible hoy en día para sacar adelante una explotación). Si una gran mayoría de las personas opta por lo virtual, la sociedad se desmorona y con ella el ingenio y la curiosidad por saber cómo funcionan las cosas. Hasta la maquina que imprime los semiconductores y chips (hoy en día en crisis mundial) que hacen que todo lo intangible funcione necesitan de partes móviles que tienen que ser diseñadas y cuidadas por personas preocupadas por lo mecánico.

Por ello invito a reflexionar sobre el mundo que estamos construyendo y animo a que no dejemos de dar importancia a cada aparatito que nos hace la vida más fácil, y a observar cómo cada pequeña -o gran- pieza hace una función imprescindible. Y, por supuesto, aprovecho para recomendaros el libro que ha desencadenado este texto: "La radio ante el micrófono" de Miguel Álvarez-Fernández.



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