Impregnarse

 A menudo me asaltan serias dudas sobre cómo adquirimos el conocimiento. Casi todo en nuestros sistemas educativos sintetizan la información de manera que, en una breve lectura o en unas pocas lecciones se explican conceptos bastante complejos y/o se intenta que el alumnado adquiera en periodos cortos de tiempo habilidades que puede llevar toda una vida dominar. Como defienden algunos teóricos -y algunas personas bastante prácticas-, cuando recibimos estímulos externos, nuestra estructura cerebral cambia, básicamente generando nuevas conexiones neuronales, entre otros procedimientos. Para que esto se produzca de una manera eficiente, sobre todo a la hora de asentar e interiorizar un nuevo aprendizaje, es necesario que pase una cantidad determinada de tiempo. Si a esto le unimos que necesitamos madurar las ideas y, a la vez, complementarlas con otros aprendizajes transversales que ayuden a mejorarla, es inevitable llegar a la conclusión de que es imposible aprender algo con una sola lección.

La memoria es una de las herramientas fundamentales para el aprendizaje. Sin ella, como es obvio, no sería posible aprender, ya que todo lo que entrase por nuestros sentidos se esfumaría ipso facto. La cuestión está en cómo la utilizamos. Las fórmulas que tratan de hacer analogías entre el funcionamiento de los ordenadores y el cerebro humano están ampliamente refutadas, pero nos puede servir pensar que, todas esas lecciones que aprendemos de carrerilla de cara a un examen se almacenan en una especie de memoria RAM (random access memory) que guardará esa información mientras no reiniciemos el sistema. Por supuesto, es muy eficiente cuando necesitamos los conocimientos al poco tiempo de haberlos adquirido, pero se perderán con facilidad al poco tiempo de haberlos utilizado si no se incide sobre ellos de manera constante -almacenamiento en la ROM (read only memory) o disco duro-.

De igual modo, en tareas que impliquen un habilidad más de tipo físico, necesitarán una gran cantidad de horas de práctica aplicando todos los conceptos teóricos. Por poner un ejemplo sencillo, sin antes de montar por primera vez en bicicleta nos explican con detalle todo lo necesario para hacerlo, nos examinan de ello y sacamos un diez, difícilmente sabremos hacerlo. Si después de la teoría practicamos brevemente, es muy probable que consigamos mantener el equilibrio y hasta avanzar bastantes metros, pero si no volvemos a coger la bici en años, seguramente ya no sepamos hacerlo. Todo esto es porque, una vez sabida la teoría y realizada la práctica inicial, necesitamos que nuestro cerebro interiorice los movimientos y sensaciones que nos harán dominar la práctica ciclista. Casi aún mas claro resulta el ejemplo de la conducción; casi nadie conduce con perfecta fluidez hasta bastante tiempo después de aprobar el carnet de conducir.

Con todo esto quiero dejar patente que, para que cualquier tipo de sabiduría forme parte estructural de nuestro cerebro, necesitamos impregnarnos de todo lo que la concierne de manera repetitiva durante una cantidad considerable de tiempo. De ahí teorías como la de las 10.000 horas -muy aplicada a los deportes de élite- por la que se considera que no se domina una disciplina hasta que se practica en torno a esa cantidad de tiempo. En el caso de la música, sea tocando un instrumento, componiendo o incluso, simplemente, analizándola, es importantísimo practicar cada concepto hasta que nuestra memoria muscular comienza a hacerlo de manera automática. Huelga decir que no todo el mundo tiene la misma capacidad y que habrá personas que necesiten mucho menos tiempo, otras algo más, y habrá quien jamás en su vida lo logrará. Aunque aquí cabe puntualizar que seguramente, si algo nos apasiona, lo lograremos gracias a la motivación. 

En la parte positiva de este planteamiento está la de concienciarse de que, para saber de algún tema de verdad no nos bastará con leer un libro tipo "Todo lo que hay que saber sobre...", y que, aunque esa publicación pueda sintetizar muchas de las ideas fundamentales, solo sabremos de verdad cuando hayamos leído cada cosa montones de veces en distintos libros, visto varios vídeos o conferencias y hayamos intercambiado muchas experiencias al respecto con gente con las mismas inquietudes que nosotros. Y en la parte negativa, decir que, tal y como funcionan los medios de comunicación masivos, redes sociales y la sociedad en general, es justo el sistema que utilizarán para que poco a poco se instalen en nuestro cerebro ideas que, si nos las tratan de imponer de golpe, jamás las aceptaríamos. Véase la metáfora del puente en la que, si pasas por él a diario y lo sustituyen de un día para otro, te das cuenta, pero si te van cambiando, un día un tornillo, otro día un travesaño y así sucesivamente, al cabo de un tiempo el puente será completamente nuevo y no te habrás dado cuenta. Utilicemos esta metáfora en el sentido positivo para mejorarnos como personas, profesionalmente o simplemente, para saciar nuestra curiosidad y avidez de ser más sabios cada día.

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