Reportajes

Rui llegó en los últimos días de aquella convención de periodistas que todos los años organizaba la Asociación de Jóvenes Periodistas. Eran días calurosos de finales de agosto y en esas latitudes resultaba difícil pasar más de unos breves instantes en la calle. El aire acondicionado resultaba ser el mejor aliado para soportar los rigores veraniegos. Aprovechaba el final de sus vacaciones para reencontrarse con viejos amigos y, a la vez, conocer a algunas de las jóvenes promesas del gremio. La idea de la asociación era sacar todos los veranos una publicación con el trabajo colaborativo de todos los asistentes. A su llegada, después de las puestas al día y los saludos de rigor, notó que casi todo el mundo comentaba de vez en cuando algo sobre una de las escritoras estrella que había acudido a la convención. Aún no tenía el placer de conocerla, pero cuando oía hablar de la calidad profesional e intelectual, además de la belleza de Miriam, tanto su desconcierto como sus ganas de conocerla en persona crecían exponencialmente ¿Sería verdad todo lo que comentaban sobre ella?

En sus paseos por aquel hermoso castillo medieval, no pudo evitar fijarse en una periodista que a menudo caminaba sola con sus apuntes y artículos bajo el brazo. Le llamó la atención la gracilidad de sus gestos y la bella sonrisa que siempre lucía en su rostro. Al principio no cayó en la cuenta, pero cuando en el siguiente almuerzo comentó con sus colegas la cuestión, fue cuando le cuadraron todas la cuentas. Sus ojos se habían fijado en la famosa Miriam. A partir de ese momento la observaba con mucho más interés. Desde la distancia veía que Miriam caminaba como un alma libre, probablemente absorta en sus pensamientos, que seguramente eran los responsables de sus brillantes artículos. Lo cierto es que era una mujer imponente, y eso quería decir que mucha gente hablaba de ella, pero eran pocos los que se atrevían a cruzar más de unas cuantas breves y corteses palabras con ella. Por ello, Rui decidió aventurarse y ser directamente él quien se presentase, sin intermediarios.

Miriam resultó ser una persona mucho más cercana de lo que había imaginado. Desde el primer momento se dio cuenta de que poseía una personalidad arrolladora y eso, en un mundillo lleno de egos, a menudo se tomaba como una agresión personal. Pero Rui lo interpretó como una oportunidad de conocer a una persona increíble y que, con toda probabilidad, le aportaría un montón de cosas buenas, tanto a nivel profesional como humano. Con lo que él no contaba era con que, cuando te encuentras con alguien así, puedes enamorarte casi sin darte cuenta.

Pasaban los días y el magnetismo que él sentía cada vez que la veía era como cuando una supernova pasa cerca de un agujero negro supermasivo. Ella sentada en un sofá revisando su cuaderno de notas; él paseando distraído. Al final se sentaba a su lado y pasaban largos ratos hablando de lo divino y de lo humano, de lo personal y de lo profesional. Rui se sentía como si hubiera descubierto alguno de esos temas periodísticos que a cualquiera de sus colegas le hubiera encantado investigar a fondo y terminar ganando el Pulitzer. Por fin empezaron las mesas redondas en las que se ponían en común las ideas. El hervidero de gentes, relatos, aportaciones e ideas era como una olla a pleno rendimiento. Cada vez que Miriam tomaba la palabra abundaban los gestos de admiración hacia su trabajo, pero las emociones que se movían dentro de Rui eran mucho más intensas. Veía a aquella mujer como algo completamente inalcanzable, pero empezaba a desearla de verdad. Sentía aquello de que, si algo te atrae pero te da miedo, es justo lo que necesitas.

Finalmente llegó el gran día. Tuvo entonces lugar el acto de presentación de los trabajos y la publicación del número anual de la convención. Como de costumbre, acudieron autoridades locales y nacionales. Los organizadores hicieron las oportunas presentaciones y los periodistas estrella tomaron la palabra. Miriam brilló con una luz que eclipsó cualquiera de las demás intervenciones. La emoción embargaba a Rui y apenas era capaz de esconder que algo le estaba pasando por dentro. Por la noche fue la fiesta de despedida. Solían darse escenas de todo tipo, pero él quería mantener la compostura en todo momento, porque su cabeza daba mil vueltas sobre si sería adecuado expresar todo lo que sentía. Por un lado, tenía un tremendo interés en colaborar con Miriam a nivel profesional, pero ardía en deseo de exteriorizar sus sentimientos más profundos. A lo largo de la noche pudo hablar con un montón de gente, pero poco a poco iba buscando el momento perfecto para que sus caminos se encontraran. No era difícil que eso ocurriese, ya que el trasiego de personas era contínuo. Por fin se encontraron frente a frente. Después de las felicitaciones mutuas, comenzaron a charlar como habitualmente hacían, pero esta vez con un ánimo y una confianza propios de los momentos posteriores a una gran éxito. Se sentían muy a gusto uno junto al otro. Como la jornada había sido larga, el cansancio se acumulaba y las excentricidades de la fiesta comenzaban a hacerse patentes, decidieron que era el momento de irse a descansar. Y fue entonces cuando el Pepito Grillo de Rui hizo su aparición estelar. Ya se sabe que cuando eso ocurre, no podemos contradecirlo, y casi sin darse cuenta, su verborrea periodística hizo acto de presencia expresando todo lo que su corazón albergaba.

No todo fue como esperaba, aunque en realidad no esperaba nada, ya que sus palabras salieron de su boca casi sin permiso, pero se sintió bien, porque pocas veces en su vida había tenido tal ataque de valentía. No obstante, las muestras de afecto y las promesas de futuros contactos fueron como un bálsamo que protegía a ese ardiente corazón. Se desearon buenas noches y se despidieron sin saber muy bien qué ocurriría en el futuro. En los días siguientes las conversaciones eran casi continuas. Sabían que entre ellos no podía haber nada más que afecto, pero necesitaban demostrarlo. Pasado un tiempo, cada uno tenía que seguir con su vida, por lo que no les quedó más remedio que reducir la intensidad de sus comunicaciones. Él seguía con su trabajo habitual en el norte de Portugal y ella viajaba por todo el mundo. Hasta que decidió mudarse a Singapur. Allí le esperaban importantes proyectos profesionales y personales.

Durante todo ese tiempo mantuvieron un contacto más distanciado, pero no por ello menos intenso. Seguían hablando de la vida, de las suyas propias y en general. Cuando ella, en alguno de sus viajes pasaba por la Península Ibérica hacían todo lo posible por verse, ponerse al día, e incluso prestarse algún libro o visitar algún museo. En aquellos encuentros seguía siendo palpable la admiración que sentían el uno por el otro. Y no podían faltar las promesas de futuros proyectos. Fue entonces cuando Miriam decidió dar un vuelco a su vida e irse casi al otro lado del mundo. En Canadá le esperaban nuevas experiencias y un futuro aún más prometedor. No obstante, este viaje le obligaba a pasar una breve temporada en su tierra natal. Y así fue como se fraguó el proyecto profesional que ambos llevarían a cabo. Harían una recopilación sobre montones de documentos que atesoraban sobre el patrimonio musical de la época de la Segunda República española. No lo habíamos comentado, pero ambos eran auténticos melómanos, hasta el punto de haber dedicado importantes cantidades de sus respectivos tiempos libres a aprender música y a tocar un instrumento. Como no vivían en la misma ciudad, repartieron el trabajo y comenzaron cada uno a hacer la parte que le correspondía. Durante cuatro intensivos encuentros, pusieron en común el trabajo. Era increíble lo que habían conseguido en tan poco tiempo. Ya sólo les quedaba unificar el texto, las fotografía y los documentos y buscar un editor que publicase tan interesante reportaje.

Fue un periódico digital de reciente creación el que decidió sacar a la luz la estupenda colaboración de la brillante Miriam Fernandes y su amigo Rui de la Rua. Los elogios por parte de sus compañeros de profesión eran constantes. Se sentían tremendamente orgullosos y entre ellos surgió un vínculo aún más fuerte. Sabían que en un futuro muy próximo sus caminos se separarían, pero habían conseguido cumplir la promesa que se hicieron durante aquella convención varios años atrás. Pasado el éxito, Rui sentía una enorme emoción que apenas podía ocultar. Tenía mil sentimientos encontrados. A nivel profesional estaba casi más fuerte que nunca. Y, aunque tenía asumido que su amor nunca sería posible, seguía deseando a Miriam como casi nunca deseó a nadie. Sabía que era muy difícil conocer a una mujer como ella. Pero a veces la vida te hacer fuerte poniéndote el paraíso delante de tus ojos para, a continuación, decirte que no es para ti. No importa. Al fin y al cabo, se puede querer a una persona de muchas maneras, y él la quería de la única manera en que podía hacerlo, aunque fuera a través de sus colaboraciones periodísticas, pero la amaba con todo su corazón.

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