Reflexiones madrileñas

No son especialmente frecuentes mis escapadas a Madrid, pero casi siempre que me doy una vuelta por y hacia la capital de nuestro país son diversas las dudas que florecen en mi mente y diversas las reflexiones al respecto. Como siempre digo, cualquier cuestión expuesta en mi blog no es más que una simple reflexión que puede ser tomada en cuenta o no, pero que creo que al menos debe servir para pensar un poco, ya que el pensamiento es la base de muchas cosas. Tomaré como base algunos de los acuciantes problemas que parecen acechar a esta gran ciudad; básicamente los relacionados con la contaminación, el tráfico y la dificultad para absorber la cantidad de población y actividad de todo tipo que tiene lugar a diario y que tantos problemas provocan a sus abnegados habitantes.

A los que tenemos la enorme suerte de poder ganarnos la vida de manera digna en zonas menos masificadas nos resulta increíble creer que haya gente que a diario pueda soportar atascos kilométricos y que sus jornadas laborales se vean notablemente incrementadas por estos. Por no decir que, en muchos casos la paciencia de algunos conductores brilla por su ausencia, lo cual hace que la capacidad de aguante del colectivo se vea afectada negativamente por actitudes bastante agresivas. Tener la suerte de poder conducir plácidamente durante no más de veinte minutos diarios sabiendo siempre el tiempo casi exacto que va a durar tu trayecto es un verdadero lujo comparado con lo anteriormente expuesto. Dichos problemas no son mucho menores cuando en lugar del vehículo particular se opta por el transporte colectivo, ya que, de un modo u otro se producen las mismas actitudes que tanto llegan a sacar de quicio.

Esto se vería en parte soliviantado si la red de transportes públicos fuera mucho más efectiva y facilitase a toda esta gente desplazarse de una manera rápida, cómoda y segura. Esta es la parte que corresponde a los poderes públicos, pero individualmente también sería más fácil si cada uno pensase en la colectividad y, renunciando a un poquito de su libertad optara por dicho transporte. En cualquier caso, no hay que olvidar que el modelo especulativo en materia de vivienda ha contribuido enormemente a que millones de ciudadanos tengan que vivir cada vez más lejos de sus centros de trabajo y, la cultura española, que no ayuda en temas como el teletrabajo (hay que calentar la silla 8 o más horas al día, ya se sabe), son los ingredientes perfectos para este cóctel que obliga a que la conciliación y el ocio sean una absoluta quimera.

Pero mirando un poco más allá, me pregunto por qué en un país con un basto y yermo territorio como España, toda industria y actividad económica tiende a concentrarse en determinadas zonas, y más concretamente en el centro de la piel de toro. Precisamente por haber recorrido de punta a punta mi comunidad, Castilla y León, y haber tenido la oportunidad de atravesar otras como Castilla-La Mancha, Extremadura o Aragón, y ver que a lo largo de kilómetros y kilómetros te encuentras con territorios absolutamente deshabitados y olvidados en los que ni siquiera tienes cobertura para el móvil en plena autovía o trayecto del AVE, con pequeñas poblaciones en las que la gente no tiene casi medios para ganarse la vida, amén de falta de todo tipo de servicios, me pregunto si no se podría repartir un poco toda esa concentración industrial y económica. Me cuesta creer que absolutamente todas las empresas que fijan sus sedes en la capital tenga esa ubicación como única alternativa, y más aún con la red de infraestructuras de que ahora mismo se está dotando el país (alta velocidad, autovías e incluso “aeropuertos sin aviones”).


Por ello, sin extenderme demasiado ni divagar en exceso, me pregunto si no sería más interesante implementar una política que se centre más en la solidaridad entre distintos territorios a la hora de distribuir la actividad económica y empresarial. Parece que la política autonómica se centra en “pelear” por dinero en lugar de recursos. Quizás una armonización fiscal a nivel nacional en la cual no haya competencia desleal cuando se fijan los impuestos que se cobran a las empresas a la hora de implantar sus sedes permitiría que algunas empresas prefirieran implantarse en territorios más tranquilos, obteniendo básicamente mayor productividad de sus trabajadores porque estos vivirían en entornos más saludables y menos masificados. Esto permitiría reducir tiempo de desplazamientos y, por tanto, disminución de la contaminación, en la jornada laboral y aumento del bienestar de todos. A su vez ayudaría a redistribuir territorialmente la riqueza y que Madrid pudiera ser un lugar con muchos menos problemas. Quizás esta sería la verdadera solidaridad interterritorial que muchos reclaman. Como casi siempre, planteo utopías, pero son pequeños puntos de partida. Pensad sobre ello.

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