Excelencia

EXCELENCIA ¡Cómo odio esa palabra! En realidad no odio esa palabra, sino el uso completamente retorcido que de ella se hace, como de tantas otras. Ya se sabe que hoy en día se trata de imponer una "neolengua" que intenta no llamar a las cosas por su nombre para cambiar la realidad y que no podamos apreciar lo que ocurre simplemente porque lo nombramos de otra manera. Y es curioso que esto ocurra precisamente en la época en la que parece que impera una especie de sinceridad hiriente y maleducada. La falta total de respeto por el otro porque malinterpretamos la libertad de expresión y nos fijamos en modelos de personas que parecen ser más auténticas por el hecho de decir las cosas sin ningún tipo de tacto. Obviamente, los que nos dedicamos a la pedagogía por vocación sabemos que esto es una forma desastrosa de conseguir objetivos y que, puedes transmitir exactamente el mismo mensaje sin necesidad de herir a la persona, y por ende conseguir objetivos mucho mejores.

Parece que me he ido por las ramas, y sí, así es en parte, pero todo el párrafo anterior conecta en buena parte con el tema que quiero tratar hoy. Me vino a la cabeza el otro día mientras haciendo zapping (deporte que practico más bien poco) me encontré con un partido de la selección española de fútbol. Aunque no soy un buen aficionado al deporte rey, me quedé unos minutos observando. Sin tener grandes conocimientos en la materia, observé una forma de jugar un tanto apática, poco efectiva y en parte, resultadista. Antes de irme a la cama abrí un poco Twitter y vi que había una encendida polémica en torno a las mangas de la camiseta de Gerard Piqué. Estupefacto leí algunos mensajes y os puedo asegurar que no daba crédito a lo que leía. Y ¿Qué tiene todo esto que ver con el tema? Pues lo intentaré ir relatando poco a poco.

Vivimos en una época en la que, quizás por la falta de valores, de educación y de referentes claros, apelamos al orgullo de sentirse parte de un grupo relativamente reducido de personas. Más allá de que el tema de las mangas no fuera más que una burda manipulación por parte de algunos medios de comunicación, parece que el tema identitario adquiere más importancia que la efectividad y la tan manida excelencia en el trabajo. Como digo, no soy un fiel seguidor de temas futbolísticos, pero creo que el tal Piqué ha demostrado en varias ocasiones su compromiso con el combinado nacional, ya que sus actuaciones han contribuido a importantes victorias en momentos importantes, pero jamás se le perdonará por no demostrar la "españolidad" suficiente. Y claro, haciendo este tipo de cosas, nos encontramos con que llevar una banderita en el cinturón, en la muñeca o en el espejo retrovisor de nuestro vehículo (no siempre de marca española) es más importante que cumplir con la sociedad a la que representan esos colores siendo ejemplares y excelentes en el trabajo.

De esta manera hemos conseguido expulsar de nuestras fronteras a grandes cerebros, extraordinarios profesionales y gente realmente válida para la sociedad. Desde luego, cómo no, hemos hecho todo esto mientras adoramos a ídolos que, si bien pueden hasta ser buenos en los suyo, dejan mucho que desear como personas. Pero no sólo eso, si no que, aunque alguien se sienta muy identificado con los valores patrios y un ejemplo en lo personal y lo profesional, si osa hacer la más mínima autocrítica, automáticamente es tachado de topo y/o desertor. Y llegados a este punto es cuando debemos hacer la reflexión más sosegada y pensar si este tipo de actitudes no serán las que han hecho que este país nunca llegué a donde podría. En una ocasión escuché comentar que un gran pianista extranjero, después de visitar nuestra tierra para impartir clases, comentó que nunca había visto tanto talento junto tan mal gestionado y aprovechado.

Con la última parte del párrafo anterior me gustaría llamar la atención y decir que quizás deberíamos centrarnos más en el talento y capacidad de trabajo de las personas y no perder tanto el tiempo buscando otro tipo de valores. Al fin y al cabo, vivimos en tiempos en los que el mundo es mucho más pequeño de lo que pensamos y son muchas las personas que por múltiples cuestiones viven fuera de las fronteras de su lugar de nacimiento. Y es por esto que debemos pensar más como especie que como miembros de una nación, región o pueblo. Porque sólo así resolveremos los problemas acuciantes que enfrenta la humanidad en su conjunto. Todos somos útiles, y más aquellas personas que demuestran la citada excelencia, más allá de sus sentimientos nacionales. Cuidemos todos de todos, tratemos de mejorar apoyando sin condiciones a quienes a través de sus conocimientos o habilidades contribuyen de manera significativa a que todos tengamos una vida mejor. Como epílogo, recordar que las banderas, religiones y otro tipo de sentimientos identitarios no han hecho más que provocar guerras y enfrentamientos a la postre inútiles. Trabajemos y seamos excelentes, como trabajadores, y como personas.