Cursos de verano

En general se suele decir que no hay que hablar de las cosas en caliente, que es mejor que se enfríen para poder hablar con más claridad de ideas y no cometer errores, pero creo que eso es recomendable cuando se trata de eventos negativos o que nos producen algún tipo de rechazo. Cuando los hechos despiertan en nosotros emociones positivas, lo mejor es expresarlos tal cual los sentimos justo en los momentos en los que alcanzan su punto máximo, para así exteriorizar y compartir nuestro bienestar y alegría, contribuyendo así a generar un clima agradable a todos cuantos se nos acerquen o quieran compartir con nosotros dichos momentos. Y digo es justo ahora que termino mis cursos de verano, un año más con sensaciones muy positivas. Sobre algunas reflexiones que he tenido al respecto quiero hablaros.

Después de varios años de experiencia en este tipo de cursos, he de decir que es curioso cómo siempre nos vamos de estos con gran pena por separarnos de la gente con la que hemos compartido intensamente un breve periodo de nuestras vidas, pero alegres precisamente por haber conocido a personas tan especiales, que muy probablemente se convertirán en verdaderos amigos para siempre. Suele ocurrir que la intensidad de los momentos vividos suele ser mayor que la que vivimos en el día a día. También es cierto que las personas que se implican en este tipo de proyectos son aquellas que buscan dar un salto más allá en su propio trabajo y este tipo de experiencias ayudan a ello. Igualmente ocurre con los alumnos; aquellos que desean continuar con la actividad a pesar del calor, las vacaciones, las fiestas, etcétera, son a los que la inquietud les mueve a buscar cosas nuevas.


Casi nunca se descubre nada nuevo acudiendo a alguno de estos cursos, pero sí que es cierto que se ven las cosas desde otro punto de vista. Sobre todo porque la implicación suele ser mayor que en nuestro día a día. Se suelen juntar personas con una visión muy similar respecto a la materia en cuestión -en mi caso la música-, y de las opiniones diferentes se obtienen valiosos aprendizajes. La inclusión de temas transversales, en muchas ocasiones relacionados con la inteligencia emocional y la adquisición de valores ayuda en la consecución de mejores objetivos. Los profesores podemos pensar que todo esto nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, pero lo cierto es que nos impulsa a sacar lo mejor de los alumnos, y sin darnos cuenta, es lo que realmente conseguimos. En los conciertos finales se obtienen resultados asombrosos porque el entorno emocional, la energía y la música fluye de manera especial entre todos los miembros del colectivo.


Por supuesto, no he de olvidar la aportación enorme que hace a la formación personal de los alumnos el aprendizaje de valores como la solidaridad, la responsabilidad, la disciplina o la honestidad. Estos valores son los que realmente les harán crecer como personas y, por ende, como músicos. Nada se conseguiría si se centrasen única y exclusivamente en aspectos técnicos y musicales. La incansable e inestimable labor de monitores y personal auxiliar contribuyen de manera espectacular a conseguir estos objetivos. Claro, que nada de esto sería posible si quien se encarga de la organización no diseña todo el funcionamiento basándose en estos pilares, para mí fundamentales, de la formación humana. El trabajo en equipo y el perfecto funcionamiento de cada una de las piezas hace que al final los alumnos también se sientan parte de algo mucho mayor, que sientan que su pequeño granito de arena contribuye en gran medida a construir algo muy grande.

Y dicho todo esto, me animo a mí mismo y a su vez a todas las personas que me lean a no dejar que esto sea una especie de "Sueño de una noche de verano". Con esto quiero decir que en parte podemos vivir nuestro día a día, durante todo el año, como si viviéramos en un curso estival continuo -sin algún pequeño exceso que se produce en estos, obviamente-, pero podemos intentar trabajar para que la dedicación sea igual de intensa. Sí, ya sé que muchos lo hacéis, y por eso está bien que intentemos que la gente que nos rodea también lo haga. No es una tarea fácil, pero la energía mental -que no física- que traemos cada vez que nos vamos de los cursos de verano nos debe ayudar en esta labor. De ese modo estaremos más cerca de construir un mundo mejor en el que los valores de los que antes hablé sean más importantes que algunos de los que la propia sociedad, sobre todo por dejadez, quiere impregnarnos. Y sin más, me despido dedicando con mucho cariño esta entrada a mis compañeros de Percucyl y del Campus Nacional de Música y Danza Villa de El Tiemblo, con los que he pasado los mejores días de mi verano.

Un abrazo enorme a todos.

Comentarios

  1. Y qué razón tienes:) Además, debemos también contar con energía extra para poder afrontar pequeños baches que en ocasiones nos afectan de una forma u otra (seamos nosotros los implicados directa o indirectamente en ellos). Con dedicación, esfuerzo y motivación se logra ese curso de verano permanente :D

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  2. Hola, soy madre de 3 pequeños músicos, en primer lugar agradecer a todos los que ayudáis a que nuestros hijos crezcan rodeados de claves de sol, corcheas, semicorcheas, blancas, negras, etc
    El campus del Tiemblo es único en España consigue agrupar a músicos de todas las edades, es diferente, muestra al pueblo, a las familias que la música clásica no es cosa de los frikis de la clase que se pasan el día metidos en clase, que los músicos somos gente joven, normal, que nos esforzamos mucho más que los demás, para conseguir simplemente tocar en una pequeña orquesta.El espiritu del Tiemblo debería extenderse mínimo tanto como los campus de deportes tan de moda y tan valorados por las instituciones y mínimo proporcional al esfuerzo , nivel intelectual y humano de los Músicos.

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