Música y emociones

A priori puede  parecer una asociación demasiado obvia y algo simplona, pero si tratamos de profundizar en la conexión entre ambos términos nos daremos cuenta de que podemos escribir verdaderos ríos de tinta al respecto. Ante todo quiero dejar claro que esto no es más que un artículo de opinión y para nada hay divulgación en el mismo. Es una mera exposición de vivencias y reflexiones sobre este tema.

Lo que me lleva a escribir sobre esto está relacionado con el auge de la utilización de la inteligencia emocional en la educación, y más concretamente en la enseñanza de la música. Claro que, la música en si misma suele ser representativa de la expresión de emociones a través de este lenguaje tan universal. Por tanto, sería difícil poder llegar a separar de manera clara ambas cosas. Es probable que los primeros años de aprendizaje de un instrumento y de lo que antes llamábamos solfeo se centren demasiado en aspectos técnicos esenciales para el dominio de este arte, pero poco a poco se van introduciendo otros factores como son la expresividad y la comunicación. Es cada vez menor el número de personas que necesitan llegar a un alto grado de especialización para empezar a expresar de verdad con el instrumento -aunque aún se den casos-. Desde los primeros experimentos musicales en la más tierna infancia, o las clases de música y movimiento se puede motivar a los alumnos para que expresen lo que sienten a través de la música. Los alumnos más pequeños deberán empezar por las emociones más básicas -alegría, tristeza- y poco a poco ir ampliando este abanico a medida que vayan madurando. Tampoco me parece mala idea que el músico, a lo largo de su carrera vaya atesorando en su repertorio piezas de diferente carácter que pueda interpretar, bien sea en público o en la intimidad, cuando su estado emocional requiera de un bálsamo en los momentos difíciles o una expresión de la alegría en los buenos. Hasta podría ir configurando un esquema en el cual relacionase las distintas emociones con piezas que identifique con cada una de ellas.

Hasta ahora he hablado de la música desde el punto de vista del ejecutante, pero algo parecido se puede hacer con las personas que la disfruten desde el otro lado. La música puede ser un "arma" muy potente para ayudarnos en nuestra vida diaria. Creo que casi todo el mundo tiene algún tipo de melodía o piezas completas asociadas con determinados momentos de su vida. Rara es la persona que no se pone música alegre cuando se encuentra pletórica o algo triste y conmovedor cuando las cosas no marchan tan bien. Si desde la educación obligatoria se motivase a las personas a comprender la música, ya no sólo desde el punto de vista analítico, o desde esos aburridos exámenes de historia en los que el alumnado "vomita" la vida de Beethoven sin ni siquiera entender su contexto histórico, su personalidad o el porqué de sus composiciones, podríamos utilizar la música en muchos momentos para serenar nuestro espíritu en momentos difíciles, para motivarnos o para casi cualquier cosa que nos planteásemos. Cuánto ganaría el mundo si la gente que se pone al volante escuchase la música adecuada mientras conduce, por poner un ejemplo. Y no digamos lo bien que estaría que nuestros políticos acudiesen juntos a determinados conciertos.

En realidad no estoy descubriendo nada, ya que desde la antigua Grecia, con la teoría del ethos, a través de los distintos modos y sus asociaciones con distintas finalidades, ya trataban de usar la música adecuada en función de su uso. Es más, esto es una exposición de hechos, ya que en la publicidad la música nunca se escoge por casualidad. A través de la ambientación sonora de las imágenes que nos presentan pueden conseguir que amemos un producto y que, sin ni siquiera ver las imágenes ya sepamos de qué producto nos van a hablar -dicho sea de paso, a los que nos dedicamos a este noble arte, a veces nos duele ver cómo se ha utilizado música de los grandes maestros para anuncios que en ocasiones rozan el mal gusto, o productos con dudosa ética-. Tampoco digo nada nuevo si expongo que en algún programa de Redes, presentado por Eduard Punset, se hacía un experimento, esta vez enfocado al cine. Se utilizaba una escena en la que un chico se sentaba en frente de una chica en la biblioteca. La miraba esporádicamente, y la chica le devolvía la mirada hasta que él se levantaba y se marchaba. Cambiando la música se podía notar cómo el amor florecía entre los protagonistas o por el contrario, se presagiaba que el encuentro iba a acabar en un alevoso asesinato. La música en el cine da para varias tesis doctorales.

En algunas conversaciones mantenidas con diversas personas, algunas de ellas con escasos o nulos conocimientos musicales, pero con un intenso contacto con la música, me comentan que no les gusta escuchar música de vanguardia porque, a parte de no entenderla muy bien, en ocasiones emite sonidos que resultan "poco agradables". Ante esto siempre les planteo la siguiente reflexión: ¿Y si ese es precisamente el efecto que quiere transmitir el compositor? ¿Y si el compositor quería producir emociones como el asco, la rabia, la tensión o la irritación -entre otras-? Conocido es el uso que hace, por ejemplo, Shostakovich, de la caja en sus sinfonías imitando las ametralladoras, o cuando Mahler en su 6ª sinfonía utiliza un martillo de considerables dimensiones para representar los mazazos de la vida. Por supuesto que son sonidos poco agradables, pero difícilmente conseguirían expresar con exactitud lo que representan si no produjeran esa contundencia y moviesen la parte emocional del auditorio. Por tanto, pongamos a la música en el lugar que se merece en cuanto a las emociones y conectémosla directamente con estas. Motivemos a las personas que nos rodean para que conozcan más profundamente este arte, y sobre  todo, como antes hacía referencia, a que ocupe el lugar que se merece en la educación, entre otras cosas, para evitar que las músicas de dudoso gusto que inundan las noches de ocio y las tiendas de ropa barata ocupen nuestra vida con la contundencia que lo hacen. El buen gusto -y en la música no es una excepción- parte desde la educación.

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