Encajar

Esta mañana, mientras leía un mensaje de una persona conocida se me ocurrió pensar en algo que me ocurre, que también le ocurre a esa persona y, en general a varias personas con las que hablo últimamente. El título de la entrada tiene que ver exactamente con eso. Encajar, buscar nuestro lugar en la sociedad, sentirse identificado con un colectivo determinado, tener los mismo valores que otros grupos de personas y un largo etcétera de características que pueden hacer que nos sintamos integrados o no en el mundo en el que nos ha tocado vivir.

Hoy en día es relativamente fácil encontrarse a gente que no termina de ver cuál es su lugar, o que simplemente no quiere actuar como la mayoría. Que ve los comportamientos de otras personas y no está de acuerdo con ellos. Esto lleva a un relativo aislamiento social nada favorable. Por supuesto, ni qué decir tiene que este tipo de comportamientos no tienen por qué ser representativos de un carácter asocial. En muchas ocasiones son un síntoma de inteligencia o de un planteamiento de los hechos que se observan. Aceptar todo lo que nos ponen delante como inevitable e incuestionable no es un modo de vida, al menos desde mi humilde opinión. Plantearse las cosas y tomar el camino que se considere más adecuado, aunque la mayoría no está haciendo lo mismo, nos puede separar de otras personas, pero nos guía en un camino que tiene mucho más que ver con nuestros principios y nos conecta con nuestro yo interno, que al fin y al cabo es con quien debemos estar a gusto.

Precisamente, pasadas estas fechas navideñas de celebraciones, comilonas, encuentros familiares, etcétera, no son pocas las personas que muestran su disconformidad con lo que representan. Para muchos es una celebración anacrónica en la que demasiadas personas se sienten obligadas a acudir a reuniones que no les producen el más mínimo agrado. Pero año tras año cumplimos el mismo ritual. Esto hace que algunos/as lleguen a odiar profundamente estas fechas. Y la pregunta es: entonces ¿Por qué seguimos haciendo lo mismo?. Ya se sabe que la frase dice algo así como: "si esperas resultados diferentes no hagas siempre lo mismo". Por supuesto, a veces los encajes de agenda para ver a personas con las que de verdad nos apetece compartir nuestro tiempo se hacen harto complicados. Por desgracia, aplicaciones como el WhatsApp nos desenmascaran, porque nos pasamos la mayor parte de la cena o comida con el teléfono hablando con algunas de esas personas.

Por todo esto, es tremendo cómo estamos gastando nuestra vida con las personas equivocadas actuando de una manera que no nos convence. Como inciso, propondría aparcar un poco el móvil y probar a estar en cada momento centrado en el sitio y las personas con las que estoy, pero esto ya es materia para otra entrada. Volviendo al tema, creo que esa palabrita que no existía y se ha puesto tan de moda últimamente tiene gran parte de la culpa: POSTUREO.  Es terrible ver cómo la gente actúa una y otra vez siguiendo unas normas que supuestamente son correctas, que es lo que hace la mayoría, que es lo que se espera de nosotros. Y después de todo, nos sentimos profundamente vacíos y asqueados con nuestro entorno. No hablemos de política, porque esto también sería largo y tendido. Pero el problema es ¿Por qué no actuamos acorde a lo que de verdad pensamos? ¿Por qué no expresamos abiertamente nuestros sentimientos? ¿Por qué mostramos una cara diferente a cómo es nuestro interior? ¿Por qué no ayudamos a los demás a trabajar por un mundo más cordial, tranquilo y en el que la sinceridad no esté reñida con la buena educación y el respeto?

Desde los propios medios de comunicación se nos bombardea para dividirnos por nuestra religión (o ateísmo/agnosticismo), nuestra raza, nacionalidad, preferencias deportivas, ideologías y hasta por la marca del móvil que utilizamos. Si habláramos más con los demás tratando de comprenderles y de que ellos nos comprendan a nosotros, encontraríamos muchos más puntos de encuentro de los que imaginamos. No seríamos tan individualistas y trabajaríamos mucho más por el bien común. El orgullo nos hace creer cosas como esa estupidez de que más de un 50% de la población se cree más inteligente que la media, lo cual es incoherente por definición. Por lo tanto, démonos cuenta de que todos somos especiales y necesarios. Tratemos de educar a esas personas que se creen por encima de los demás y adoctrinan como si fueran poseedores de la verdad absoluta. Creo que en el siglo XXI la soledad es un mal endémico y viene provocado por cosas como las que aquí comento. Así que, actuemos más desde el corazón, ignoremos a los que tratan de dividirnos y colaboremos para que nadie se sienta realmente solo.

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