Un reto apasionante

El otro día mientras realizaba un corto viaje con un amigo, intercambiamos algunos pareceres sobre diversos aspectos de la vida. En un momento determinado comenzamos a hablar sobre nuestras lecturas actuales. En estos días estoy leyendo el libro de Naomi Klein "Esto lo cambia todo". Es un interesante ensayo sobre el cambio climático. He de confesar que aún no he llegado ni a la mitad, pero ya me ha ilustrado en bastantes aspectos sobre lo que está ocurriendo. También he de decir que es un tema que lleva bastante tiempo rondando mi cabeza. Mi opinión personal es clara: mientras andamos enredados en un montón de debates políticos, sociales, económicos y de diversa índole, estamos aparcando un debate que inexorablemente va a marcar y determinar el futuro de cuantas criaturas pueblen la tierra en el futuro, ya sean ricos, pobres, blancos, negros, mujeres, hombres o cualquier tipo de especie animal. 

Digo todo esto porque, si no prestamos atención al problema climático que nosotros mismos hemos creado, nos dará igual el dinero, tener trabajo, la igualdad social o incluso la salud. Está claro que esta última será mucho peor si el aire que respiramos está completamente contaminado, pero aunque pudiéramos a través de la medicina paliar los efectos de la polución, sólo sería una solución individual a muy corto plazo. Por ello creo que este debate no debería estar más allá de la primera línea de la política. Porque sin un medio en el que desarrollar nuestras actividades, estas mismas son inviables. Quizás la estúpida idea de pensar que una vez destrozado este planeta podríamos ir a poblar otra parte del universo para seguir con nuestro empeño suicida de mantener nuestro estilo de vida tal y como lo conocemos nos haga sentirnos más tranquilos, pero repito que me parece una idea sólo digna de algún avispado humorista.

Y dicho todo lo anterior, aludiendo al título de mi entrada de hoy, creo que sería interesante reflexionar sobre lo que supondría cambiar radicalmente el modelo. No hay cosa que más pueda motivar a cualquier persona que tener un ocupación interesante, un reto por el que luchar. Una meta a conseguir de manera colectiva es siempre un acicate para mantener a las personas con un nivel de felicidad relativamente alto. Por ello creo que no sería mala idea debatir sobre la determinación de un objetivo común a nivel planetario. Ya se han hecho propuestas de un gobierno global que, entre otras cosas, se ocupe de temas tan importantes como la sostenibilidad del sistema de bienestar. Sí, ya sé que tal gobierno existe, y no es otro que el de las grandes corporaciones. Pero me refiero a un gobierno que vele por los intereses comunes y el bienestar de todas y cada una de las personas.

Es curioso cómo, si aplicamos un poco de sentido común, a todos se nos ocurrirían un montón de ideas que harían que simplemente el consumo de energía fuera mucho más eficiente. Por poner algunos ejemplos: tejados compuestos íntegramente por placas solares, pequeños aerogeneradores en cualquier infraestructura (ya sea un vivienda particular o un gran edificio privado o público), fachadas de edificios que puedan absorber o repeler la radiación en función de las necesidades térmicas del edificio, algíbes que aprovechen el agua de lluvia para cisternas, riegos, etc, baterías domésticas que acumulen energía para las horas nocturnas, geotermia, vehículos eléctricos para desplazamientos cortos (sí, están en camino, pero aparecen muy poco a poco y son casi inasequibles), otras como consumir siempre productos elaborados lo más cerca posible del lugar de consumo para reducir la contaminación por transporte, trabajo en casa (en la medida de lo posible), y un larguísimo etcétera de posibles soluciones que podrían hacer que poco a poco se fuera reduciendo nuestra huella en la tierra.

Cierto es que acometer toda esta gran reforma debería realizarse de una manera muy progresiva, ya que el impacto de cambiar todo de golpe podría ser incluso mayor. Muchos estudios demuestran que el cambio de una infraestructura no amortizada (como por ejemplo, un coche) por otra más eficiente puede provocar más emisiones en la fabricación de la nueva que mantener la ya existente durante toda su vida útil (no hablemos ya de obsolescencia programada o inducida). También quiero añadir que me resulta curioso cómo algunas personas que siempre han pensado de una forma lógica en este sentido, por cuestiones de afinidad política ahora piensan que es horrible subvencionar o promover este cambio. Por ello, olvidémonos de banderas, de sentimientos, de política barata y de defender lo indefendible en nombre de corporaciones que se resisten al cambio, y convenzamos a todos de que el cambio merece la pena y es imprescindible. Digamos a los que poseen el capital que les necesitamos y que no por ello van a dejar de ser ricos (aunque quizá al principio dejen de serlo un poco). Crearíamos montones de puestos de trabajo y motivaríamos a mucha gente involucrándoles en un proyecto común. No sé a vosotros, pero embarcar a la humanidad en este viaje me parece un reto apasionante.

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